El sable de Morazán
Berlín, 1922. El aire estaba cargado de tensión y humo de cigarrillo. Un alemán escribía solo en su habitación. La República de Weimar se tambaleaba al borde del caos, todavía conmocionada por el asesinato del Ministro de Asuntos Exteriores Walther Rathenau. Carl Schmitt, un joven profesor de Derecho con una mente tan aguda como su mirada, se encontró atrapado en esta debacle histórica: ¿debía el gobierno declarar el estado de excepción para restablecer el orden, o eso desharía los frágiles hilos de la democracia? Schmitt, que había permanecido en silencio, de repente se inclinó hacia delante y deletreó en su máquina de escribir: «Soberano es quien decide sobre la excepción».
A medio mundo de distancia, en las escarpadas montañas de América Central, se estaba forjando otro tipo de soberanía. Emiliano Chamorro, empuñando un Winchester 1894 y un sueño imposible, luchó para que los conservadores retomaran el poder en la fracturada región bajo la bandera de una república militarista. Su visión, como la declaración de Schmitt, nació en una crisis, como respuesta al colapso del imperio y a los dolores de parto de los nuevos Estados. Sin embargo, mientras Schmitt reflexionaba sobre la soberanía en teoría, Chamorro le daba forma mediante puñaladas por la espalda y traiciones, y cada una de sus decisiones era una apuesta entre el orden y el caos; decisiones que engendrarían un bestiario político al que es menester analizar de forma schmittiana.
En El Sable de Morazán y la Cruz de Borgoña: la genealogía de la política en Nicaragua, nos lleva más allá de los libros de texto y al corazón del alma política de Nicaragua, trayendo el análisis político del pensador alemán Carl Schmitt por primera vez a este país. No se trata sólo de una historia; es una revelación de cómo el poder, la identidad y la resistencia se han entretejido en el tejido de una nación. Desde el choque de símbolos coloniales hasta el ascenso de iconos como Augusto C. Sandino o Somoza Garcia, Adolfo Altamirano traza los hilos invisibles que conectan el pasado de Nicaragua con sus luchas actuales.
En El Sable de Morazán y la Cruz de Borgoña, se nos desafía a repensar lo que sabemos sobre la trayectoria de Nicaragua. Es una historia de sueños aplazados, de batallas libradas no sólo con armas, sino también con ideas, y de una nación que sigue enfrentándose a la pregunta: ¿quién decide su destino? ¿Quién decide su destino?